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lunes, junio 27, 2011

La cruda realidad de nuestra profesión


La cruda realidad de nuestra profesión
sábado 25 de junio de 2011 Antonio Cid

DURANTE MUCHOS AÑOS los trabajadores de nuestro sector hemos ido compensando los bajos salarios que se pagaban con la realización de horas extraordinarias “a demanda”. Así se conseguía maquillar un poco los escasos emolumentos de la nómina fruto de un salario base casi vergonzante. Las empresas de seguridad fomentaban a los trabajadores que se prestaban a este tipo de prácticas ya que, a través de los convenios y sus negociantes, se pactó un valor de la hora extra tan barato que, al final, se puso al descubierto que vulneraba la legalidad.

La familia ha terminado por pagar muy caro la ausencia prolongada de los trabajadores de sus hogares: en algunos estudios sociológicos se recoge ya que en el gremio de la seguridad privada se alcanzan cotas máximas en lo referente a la desestructuración familiar a través de las separaciones. Todos podemos ponerle rostro y apellidos a este drama, que forma parte de un fenómeno “inherente” a este tipo de profesiones marcada por la turnicidad y los bajos salarios. Sabemos de compañeros que para llevar un sueldo digno han tenido que renunciar en más de una vez al descanso semanal preceptivo y hemos conocido a aquellos que vivían con una uniformidad planchada en el maletero del coche, siempre pendiente de la llamada del mando operativo.

Pero la crisis ha terminado por reventar esta mentira y ha puesto por delante la cruda realidad de nuestra profesión. Terminado el milagro de las horas extras, el salario medio del vigilante de seguridad supera a duras penas los 900 euros. La seguridad privada se ha consolidado como un gremio que roza la precariedad laboral, a pesar de tener que pasar por el aro de una formación previa de carácter privado, y superar unas pruebas selectivas para poder ser habilitados.

Ahora, las empresas se encogen de hombros y, tras aplicar masivamente el rasero “a computo”, no se hacen cargo de la problemática de la mayoría de los trabajadores, que no pueden ni acogerse al fenómeno del “mileurismo”. Nuestros mandos operativos han terminado por repescar una cantinela muy propia de los años noventa: “si no te interesa el trabajo me avisas, que hay cola en la oficina del paro para trabajar…”
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