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miércoles, junio 27, 2012

La vida de un vigilante más, Dimas

La vida de un vigilante más, Dimas
NOTA.- Este escrito publicado en el diario 20minutos, nos narra la vida de un vigilante más, de esos seres anónimos envueltos en su vida cotidiana, que no se implican en nada que no sea esa vida particular en la que se han envuelto en el día a día. El escrito delata que solo le importa su mundo particular, no le incumbe lo que suceda a su alrededor, con él no va. Según parece, el sector en el que trabaja y lo que suceda en él, no le implica para nada, en su mundo no cabe nadie que no sea Dimas. Con él puedes ver la realidad de lo que está sucediendo en el sector de seguridad privada; cada cual a lo suyo y los demás que nos resuelvan nuestros problemas.
Por favor, lee el texto titulado: “Solo Dimas. Si lo haces, gracias por las molestias.

Solo Dimas
27 junio 2012
Dimas, 1,80 de estatura, complexión fuerte, 37 años. Lleva 12 trabajando como vigilante de seguridad en una fábrica de ropa, en el turno de noche. Su rutina es siempre la misma: sale de la fábrica a las seis de la mañana, coge el metro dirección Coslada y camina un buen trecho hasta llegar a su pequeño chalet. Desayuna, luego duerme hasta las dos, almuerza, y pasa el resto de la tarde inmerso en sus dos pasiones: la primera, cuidar las plantas de su jardín. La otra, pintar minuciosos murales al óleo sobre las mismas paredes de su casa. 

Se basa en ciudades inventadas por él, plagadas de edificios con ventanas minúsculas y cielos imposibles. Suele tardar entre seis y ocho meses en pintar cada pared, desde el techo hasta el filo del suelo (no deja ni el más mínimo hueco sin pintar, puertas y enchufes incluidos). En los últimos diez años apenas ha conseguido completar las tres habitaciones del chalet, el salón y un pasillo. Aún le falta por completar el cuarto de baño, un pequeño aseo, la cocina y el garaje. No tiene prisa por acabar. Vive solo y su intención nunca ha sido enseñárselo a nadie.

A las nueve cena, se ducha, y marcha otra vez al trabajo. Dimas es el único vigilante de noche en la fábrica de ropa. Ahí aprovecha para leer (sobre todo novela histórica y ciencia ficción), y en sus rondas suele hablar a los maniquíes. También los viste y desviste con retales que se encuentra, incluso confecciona vestidos que luego esconde en su taquilla o se lleva a casa. De hecho, el otro día consiguió rescatar tres viejos maniquíes que habían tirado al contenedor.
Ahí fue cuando conocí a Dimas. Salió de la fábrica con sus tres maniquíes a cuestas y al ver mi taxi libre me mandó parar. Metimos los maniquíes en el maletero y le llevé hasta Coslada. Dimas había pensado colocar los maniquíes en las habitaciones pintadas para que pudieran contemplar su obra. Edificios pintados y maniquíes. Ni rastro de vida (más allá de las plantas de su jardín).

Dimas no se relaciona con nadie porque no lo necesita. Y a pesar de ello, o tal vez gracias a ello, es profundamente feliz.

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