¿Para qué sirve una huelga general?
Los expertos aseguran que son un instrumento crucial
de movilización que sirve para cambiar el rumbo de políticas, alterar el
equilibrio social, remover conciencias y unir a la ciudadanía en la expresión
del descontento.
Ana Requena Aguilar - Madrid
Madrid 18/10/2012 - 20:38h
La novena huelga general de la democracia ya está en
marcha: 14 de noviembre. Y en el aire, las preguntas de siempre: ¿tendrá
éxito?, ¿servirá de algo?. En un momento marcado por el paro, la precariedad y
el miedo al despido, los expertos insisten en la importancia que tienen estas
convocatorias para influir en las conciencias, responder a las agresiones a los
derechos, y generar cambios, tanto en las políticas, como en la relación de
fuerzas entre actores políticos y sociales.
"Por supuesto que sirven", dice con
rotundidad Bibiana Medialdea, profesora de Economía Aplicada de la Universidad
Complutense de Madrid, que considera que la huelga general es uno de los
instrumentos que tiene actualmente la ciudadanía para "responder de una
forma contundente y generalizada" a las políticas de recortes.
"Tienen limitaciones, como el paro, la precariedad o la economía informal,
que impiden participar a una parte de la ciudadanía, pero a pesar de eso las
huelgas son útiles tanto desde un punto de vista material como simbólico",
señala.
Para Antonio Baylos, catedrático de Derecho del
Trabajo en la Universidad de Castilla La Mancha, las huelgas generales suponen
"un esfuerzo enorme" de los sindicatos para conseguir "que todos
los trabajadores de todos los sectores coincidan en un día de protesta y reivindicación".
"Tiene una enorme capacidad de visibilidad social, de adquirir una
presencia ciudadana que de otra manera no se consigue, busca alterar la
producción de bienes y servicios habitual. Es un elemento decisivo a efectos de
estrategia sindical e incluso ciudadana, para influir en los propósitos de la
política: el efecto concreto es cambiar una legislación o impedir que se
apruebe o aplique, pero a medio y largo plazo, consiguen alterar el equilibrio
político y social", señala Baylos.
Muy necesarias, pero no decisivas en la actualidad, al
menos en lo que respecta a las políticas económicas y sociales que implican
gasto. Esa la conclusión de Alberto Montero, profesor de Economía en la
Universidad de Málaga. "Las restricciones a las que se enfrenta el
Gobierno, y que son impuestas desde Europa, impiden cualquier margen de
maniobra. La imposición de la austeridad fiscal, los compromisos tan estrictos
de déficit, las líneas de reforma laboral neoliberal y de desmantelamiento del
estado de bienestar, frente a las que se convocan las huelgas, son un corsé
que, con la excusa del estado de emergencia económica, se nos impone desde
fuera. Es cierto que el Gobierno tendría margen para políticas de amortiguación
del impacto sobre las clases populares, que son las que más la están sufriendo;
pero pedir eso de un Gobierno del PP, es como pedir peras al olmo",
explica.
No obstante, Montero insiste en que los paros
generales son muy necesarios porque, entre otras cosas, "contribuyen a
reforzar el sentimiento de lucha y resistencia de la sociedad". Este
economista considera que debe avanzarse hacia nuevas formas de resistencia y
protesta.
Para Joaquín Arriola, profesor de la Universidad del
País Vasco, ante una convocatoria como esta, prácticamente todos los
trabajadores, al margen de su decisión personal sobre secundarla o no,
"experimentan algún tipo de unión, de identidad social". Un
sentimiento que puede servir para abrir una brecha en la percepción de la
realidad y de la capacidad para cambiarla o influir en ella. Una huelga exitosa
es la que consigue tocar "la conciencia de la mayoría de los trabajadores,
su confianza en su capacidad de acción colectiva y de alcanzar metas y
reivindicaciones".
El éxito del 14-D
En la mente colectiva está grabada aquella huelga
general del 14 de diciembre de 1988 que consiguió paralizar por completo el
país. Aquella España de calles vacías y persianas bajadas ha sido muy difícil
de repetir. Antonio Baylos señala que se trató de un paro general que no puede
compararse al resto porque más que una huelga general fue una "huelga
nacional" a la que los pequeños empresarios también se sumaron, como precisamente sucedió ayer en Grecia.
"A partir de ese precedente, todo nos parece
poco, pero fue una huelga en la que participó absolutamente toda la ciudadanía,
no sólo los trabajadores", opina el experto, que dice que todos los
gobiernos "tienen la obsesión de decir que la huelga no ha conseguido sus
objetivos" y que el éxito de la convocatoria no puede nunca valorarse sólo
a corto plazo. No obstante, admite que algunas han sido muy exitosas, mientras
que otras no tanto. "La última del 29-M no ha cambiado las ley, pero
probablemente sí ayudó a cambiar las conciencias", dice.
Bibiana Medialdea cree que el éxito de los paros es
más fácil de medir cuando se convocan por una agresión concreta a los derechos
laborales, por ejemplo, cuando en 2002, el Gobierno de Aznar retiró el
'Decretazo' tras la huelga de junio. Sin embargo, en un contexto de agresiones
permanentes, como el actual, la eficacia "es más difícil de medir
objetivamente, pero eso no le resta importancia".
"En este contexto necesitamos un punto de
inflexión en la respuesta social a las políticas impuestas por la 'troika'. El
29-M no fue un fracaso de seguimiento, pero no consiguió situarse como punto de
partida para entrar en un nuevo escenario de movilizaciones. En ese sentido,
estamos en mejores condiciones que entonces: es una oportunidad para que todas
las movilizaciones sectoriales de estos meses confluyan. El éxito dependerá de
eso, de que sea el punto de ararnque para una movilización sostenida y más
coordinada", asegura.
Por favor, pásalo. Se valiente
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