Un jersey, una bandera
Raúl del Pozo | Madrid Era un hombre muy humilde, muy sonriente, muy campechano, un marxista que muy bien pudo estar en la lista del santoral cristiano. Formó parte de aquella ínfima minoría de héroes desconocidos, hombres errantes del destierro, militantes del partido de los fusilados, que con los puños abiertos inventaron palabras que se habían olvidado: Constitución, Amnistía, reconciliación, sindicatos democráticos.
El jersey de Marcelino Camacho hecho al punto por su compañera Josefina, es como una bandera del movimiento obrero universal. Creó Comisiones Obreras, que fue un arma esencial para la democracia, era un sindicato abierto, nada sectario, que peleó en las fábricas y en las calles, primero por la libertad; y después contribuyó con su sentido del pacto social a la consolidación de la economía en los Pactos de La Moncloa.
Siempre consideró a UGT no como un sindicato adversario sino como un sindicato hermano, en un momento de la santa transición muchos militantes de CCOO ingresaron en UGT para fortalecer y consolidar el sindicato socialista.
Marcelino Camacho sería lo que en los EEUU llaman un "padre fundador". Pero no era un puritano del Mayflower sino un chapado en las cárceles del franquismo, que fue la universidad de la democracia.
Una leyenda: hubo manifestaciones en las calles europeas para exigir su libertad.
Por favor,
pásalo. Se valiente
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