Como Saturno devoró a sus hijos, Rodríguez Zapatero ha devorado al lehendakari Patxi López para mantenerse él en La Moncloa. El pacto de estabilidad alcanzado con el PNV le permite agotar la legislatura, pero a cambio sacrifica a quien hace año y medio protagonizó el cambio en Euskadi tras treinta de hegemonía nacionalista.
El acuerdo entre Rodríguez Zapatero e Íñigo Urkullu regala al PNV el protagonismo para cerrar el Estatuto de Gernika con la transferencia de las competencias pendientes, como si se tratara de un gobierno en la sombra. Paradójicamente, será el principal partido de la oposición, y no el Ejecutivo de Vitoria, quien cierre el marco estatutario.
Patxi López guarda un silencio disciplinado, pero ni él ni nadie en el PSE duda de que el presidente del Gobierno le ha colocado contra las cuerdas y ha abierto al PNV la puerta para recuperar Ajuria Enea en las autonómicas de 2013.
El PNV ha salvado los muebles cuando peor lo tenía. Condenado a la oposición y atrapado entre la pinza PSE-PP, por un lado, y el “polo soberanista” por otro, con el riesgo cierto de que la izquierda abertzale le discuta en un futuro la hegemonía nacionalista.
Zapatero quiso vender a José Montilla tras las autonómicas catalanas de 2006, pero el líder del PSC no se plegó al interés del presidente; lo acaba de intentar con Tomás Gómez, secretario general de los socialistas madrileños, que le ha plantado cara y vencido, y lo ha conseguido con Patxi López.
Sabe que no es cierto, porque tan pronto como el PNV cierre el Estatuto planteará su reforma para incorporar el reconocimiento de Euskadi como nación y el derecho a decidir de los vascos. Lo dijo Urkullu en este diario: “El Estado vasco es una reivindicación irrenunciable, pero soy consciente de cúal es la realidad y la correlación de fuerzas, y también soy practicante del pragmatismo. Si la forma jurídica elegida para resolver el problema es un nuevo estatuto de autonomía, pues bien, pero el estatuto debe tener algunos componentes que no tiene el de Gernika, como nuestro reconocimiento como nación; nuestra presencia en las instituciones europeas, y el derecho del pueblo vasco a decidir. Urkullu coloca a los peneuvistas en el vértice de la política vasca; deteriora la imagen del Gobierno vasco; sitúa a su partido en inmejorables condiciones para superar con nota las municipales y forales de la próxima primavera, y lo coloca en primera línea de salida para los comicios autonómicos
El rédito político para el PNV va a ser enorme, aunque Urkullu tiene que resolver algunos inconvenientes. El primero de ellos el descontento interno del sector que lidera Joseba Egibar, que no ve con agrado el acuerdo con Zapatero y estará a la expectativa de los resultados de los comicios. Si no son buenos, los soberanistas tratarán de hacerse con el control del partido en la Asamblea de enero de 2012. En caso contrario, tendrán que callar.
El presidente del PNV tiene también que explicar y convencer a su militancia de que el beneficio obtenido es mayor que la contradicción que supone sostener en Madrid al partido que les arrebató el Gobierno vasco pese a ser la fuerza mayoritaria.
El presidente Zapatero también se ha traicionado a sí mismo. En las autonómicas de 2009 perdió Galicia a favor del PP, que logró la mayoría absoluta, y ganó en Euskadi merced al pacto con los populares. Entonces decidió apostar por el cambio, pese a que la decisión suponía renunciar al apoyo del PNV en el Congreso y le dejaba en una situación política muy precaria. Fue una decisión valiente y arriesgada. Ahora ha decidido que tanto riesgo no merecía la pena, y que es mejor el beneficio propio que el ajeno. Cuestión de prioridades.
Hasta el próximo lunes.
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